miércoles, diciembre 14, 2011

La Fábula del Mono y el León


Encontrábase un mono utilizando una rama de árbol seca, con mucha destreza mojaba la parte final de ésta con saliva y la introducía en unos pequeños orificios de un tronco seco para extraer las hormigas que yacían dentro.
Era tal el grado de concentración del primate que no advirtió en lo más mínimo que un feroz león se aproximada con naturales intenciones de atacar su cuello para matarlo y devorarlo después con su tribu, la cual estaba hambrienta por la presencia de nuevos integrantes nacidos hacía poco.
El mono al ver al león con el rabillo del ojo derecho, no encontró otra respuesta que quedarse petrificado, la sangre se le heló, pero mantuvo la tranquilidad...
El león, con absoluta seguridad de que la presa ya era de él, denotaba un relajo de tarea cumplida.
- Que tal mono ¿Muy ocupado? - dijo el león de forma presuntuosa.
- Eeeem, si león, que tal ¿Paseando por estos lares? - le respondió nerviosamente el mono.
- ¿Te puedo acompañar en tu tarea?
- Eeeh, ¡Pero claro!...je, je, mira, estoy sacando hormigas... - le decía el mono mientras pensaba que hacer frente a lo que era una muerte inminente, a lo que acto seguido le propuso:
- ...je, eh, león, en vez de aburrirte con estas extrañas tareas, ¿Qué te parece si te rasco la cabeza? Entre los monos el acicalarnos es una práctica muy usada y nos relaja mucho.
El león, dentro de la gran confianza que le producía tener asegurada la provisión, aceptó con humor la proposición del mono, y pensaba para sí que nada podía perder con unos minutos de masaje.
- Bueno mono, me parece curiosa tu oferta, y no la rechazaré.
De esta forma, el mono aplicó sus artes relajantes en las que tenía mucha experiencia, dentro de su tribu ocupaban muchas horas del día en desparasitar a sus compañeros, así que dispuso de todo el talento que tenía, después de todo era su vida la que aun trataba de salvar.
Pasaban los minutos, y al parecer los masajes en la cabeza del león tuvieron gran efecto, ya que el mono empezó a oir unos apacibles ronquidos del león....¡Se había dormido! El mono no se contenía en su cuerpo, y no podía manifestar su alegría de que podría huir y sobrevivir de una escena que lo daba en las mandíbulas de estos depredadores.
Lentamente dejó su labor, y buscó un árbol no visible en ese espacio que le asegurase la inmunidad contra el felino.
Al rato el rey de la selva despertó muy confortado y contento. Esto fue genial - Pensó el león, que se puso en acción y volvió donde su familia.
Al día siguiente, el mono, luego de recolectar frutos, quedó rendido sobre un colchón de hojas cubierto por la sombra de los frondosos y enormes árboles. Para su mala suerte, el león volvió y esta vez lo pilló completamente en la indefensión.
Sorprendentemente, el león omitió atacar a su dormida presa, en vez lo despertó suavemente empujando su pata sobre su hombro.
- Mono, mono, despierta....necesito que me hagas otro masaje.
Despertó el mono muy confundido, no tenía explicación para que el león hubiese ocupado horas solo para ubicarlo y pedirle otro masaje.
No quedándole al mono otra alternativa, pues su vida no dejaba de estar en juego, se prestó a repetir el agradable masaje, rascando su cabeza y relajando en grado sumo a su nuevo amigo.
- León, dime ¿Te gustó mucho el masaje de ayer?
- Estimado primate, tu solo sigue, por favor, no profanemos este momento con palabras ni cuestionamientos - dijo un extraño león.
Nuevamente se quedó dormido, pero sin antes pedirle al mono que continuara por muchas horas aun cuando sus manos zigzagueaban en cansancio.
Esto se transformó en una práctica diaria, todo los días el león buscaba desesperadamente al mono para que le rascara su melenuda cabeza.
Luego de semanas de práctica, el mono se dio cuenta que la piel de la cabeza del león estaba extraña. Hasta que un día, increíblemente, sus manos habían llegado hasta la masa encefálica del adormilado león.
El mono ya no tenía nada que decir a su dependiente y exigente amigo, pues hace unas horas que ya había muerto.
El mono sintió una enorme tristeza, una fría lágrima derrotó su entereza e hizo olvidarle el dolor de sus tendones.
- La verdad, esto no es mi culpa, solo fui el instrumento forzado de alguien que sucumbió a su propio placer - pensó el mono.
El apenado macaco se retiró de lugar, pensando en que era hora de volver a su antigua rutina. Inclusive, su pensamiento de vio invadido por una extraña ráfaga: ¿Habría sido mejor dejarse matar aquél primer día?

Ahora haga el siguiente ejercicio: Siendo ud. el león, reemplace al mono por cualquier vicio que quiera eliminar de su vida, que consuma su tiempo, su vida, sus energías, y que quiera dejar.

4 comentarios:

William Hurtado dijo...

y la moraleja

Rodrigo Crespo dijo...

Tienes que obtenerla haciendo el ejercicio del último párrafo.

Abel Ordoñez dijo...

excelente lección. Somos como este León en búsqueda cotidiana de los placeres y algunos muy peligrosos que nos quitan la vida.

Anónimo dijo...

Moraleja, ten cuidado con las palabras q escucha o te dicen, examinarlas, y de quién viene examinarlo para no acabar en un camino no bueno.