sábado, noviembre 09, 2019

Nosotros y Ellos

"Y ahora quiero referirme al hombre que hay en vosotros.
Porque es él, y no vuestro dios interior, ni el pigmeo que vaga en la niebla, el que conoce el crimen y el castigo del crimen.
A menudo os he oído hablar de aquel que ha cometido una mala acción como si no se tratara de uno de vosotros, sino un extraño entre vosotros y un intruso en vuestro mundo.
Pero yo digo que así como el santo y el justo no pueden ascender por encima de lo más elevado que existe en cada uno de vosotros, de igual forma, el débil y el malvado no pueden caer más bajo que el lugar que pisan vuestros pies.
Y, de la misma manera que una sola hoja no puede ponerse amarilla si no es con el  silencioso conocimiento de todo el árbol, así, el malhechor no puede hacer el mal sin el consentimiento secreto de todos vosotros.
Como en una procesión, marcháis juntos hacia vuestro dios interior.
Vosotros sois el camino y, a su vez, los caminantes.
Y, cuando uno de vosotros tropieza, cae al suelo como advertencia para los que van detrás de él, para que eviten toparse contra la misma piedra.
¡Ay! Y cae por culpa de los que iban delante de él; quienes, aunque más rápidos y de paso más seguro, no quitaron la piedra del camino.
Y escuchad también esto, aunque el mensaje pese en vuestros corazones:
El asesinado no es del todo irresponsable de su propia muerte. Y aquel al que han robado, no está exento de culpa por haber sido robado.
El justo no es inocente de las acciones del malvado.
Y el de las manos blancas no está limpio de lo que hace el delincuente.
¡Sí! El culpable es, frecuentemente, la víctima de quien ha sido perjudicado.
Y, aún más a menudo, el condenado es el que soporta las cargas del ser inocente e irreprochable.
No podéis separar al justo del injusto, ni al bueno del malo; porque ellos permanecen unidos ante la faz del sol, de la misma manera como el hilo blanco y el negro se entretejen juntos.
Y, cuando el hilo negro se rompe, el tejedor examinará la tela y también revisará el telar."
KHALIL GIBRAN: “El Profeta”, Fragmento del Capítulo “El crimen y el castigo”.


Chile, tercera semana de octubre de 2019:  se dio inicio a un movimiento social general de descontento con el Gobierno, diverso, sin partido político para algunos, conspiración internacional para otros, pero en definitiva, el germen y manifestación de este estallido de conciencia e ímpetu por pedir lo que es justo, se halla esparcido y activo en el corazón de la gran mayoría de los habitantes, que por décadas han sido las víctimas de una violencia estructural del Estado que no cede ni un ápice de sus terrenos e intereses en pos de contribuir a la justicia social y distributiva, sin dejar de recordar que este desenfreno de ambición también ha herido profundamente al ambiente y recursos naturales.
Esto se encarnó a través de numerosas y masivas manifestaciones de gente aburrida de abusos, principalmente en las calles de las distintas ciudades del país, con marchas y variadas expresiones culturales y creativas por parte de sus participantes.
Lamentablemente en estas manifestaciones se han producido muchos actos de violencia: por un lado fuerzas policiales y militares -en su oportunidad- han actuado brutalmente sobre la población, violando derechos humanos a causa de muertes, mutilaciones, torturas violaciones, y otras agresiones a los habitantes que juraron defender; por otro lado, por parte de los manifestantes, destacamos numerosos actos de vandalismo, comprendiendo saqueos, incendios y destrucciones de bienes públicos y privados, sin dejar de lado agresiones a  funcionarios policiales dentro de las grescas. 
Ahora bien, para los fines de esta entrada del Blog, nos centraremos en los juicios formulados respecto de los denominados actos de vandalismo de los manifestantes, sin desarrollar el tema de las acusaciones de montajes por parte de las fuerzas policiales y militares, lo que daría para un desarrollo especial y por separado.
 Al respecto, llama nuestra atención el hecho que muchas personas cuentan con una facilidad enorme para juzgar con rapidez y autoridad absoluta sobre los hechos del resto, motejando automática y negativamente con expresiones reiteradas de "delincuencia", entre otras de gran calibre moral.
Primeramente, aclarar que esto no es una apología a la destrucción y por nuestra parte no hay un apoyo a la violencia.
A lo que voy, es el cuestionamiento de la consciencia de los juzgadores acerca de dónde obtienen la esa tranquilidad y altura moral para sentenciar con penas infernales los actos de violencia del otro ¿Acaso no hay alguna inquietud consciente acerca de por qué estas personas llegan a manifestar ese nivel de vandalismo e ira? ¿No existe algún cuestionamiento, por superficial que sea, sobre lo que uno mismo hizo o no hizo para que llegáramos a un resultado que es general?
No podemos continuar con este individualismo salvaje inspirado e introducido a la fuerza por la doctrina neoliberal, propio de una cultura patriarcal pura, con promoción de la competencia y la guerra, para escalar a cualquier costo a la cima del éxito sin importar la cuota de muertos que dejo bajo de mi cerro de triunfos. Este individualismo, que nos lleva ligeramente y sin alerta a opinar sobre los actos de los demás, ejerciendo una división artificial, que nos hace crear esta noción del "Nosotros", los buenos, los ciudadanos correctos y respetuosos, y la noción del "Ellos", los violentos, lo vándalos, los delincuentes, los destructores...
En lo personal, no tengo la consciencia en paz, porque yo también soy y me siento responsable de los actos violentos de estas personas, pues todos somos parte y responsables de la construcción, mantención y elección de los valores de esta Sociedad, todos somos Uno, y cuando veo a alguien dañando uniformados o bienes públicos y privados, no me puedo abstraer de la responsabilidad que tengo en ello, ya que con mi silencio, mi permisividad y mi indiferencia también ayudé a generar esa rabia, impotencia e injusticia.
Durante muchos años, los "Nosotros" bajo la alienación del sistema que nos rige, nos dedicamos a trabajar, estudiar, etc., sin hacernos de tiempo para informarnos adecuadamente de lo que sucedía, nos dejamos engañar por décadas por los políticos, en quienes confiamos cándidamente que nos cuidarían y velarían por nuestros intereses, pues ellos habían luchado y recuperado la democracia. 


Muchos años en que fuimos los peores, los cómplices, esos ayudantes de lo injusto bajo el velo del silencio y la pereza, que veíamos como a los niños (SENAME por ejemplo) les hacían añicos sus vidas, sin pensar que algún día serían grandes, y llegarían a las calles a manifestar la rabia de sus vidas, las violaciones, el abandono, el maltrato, la falta de afecto, etc., y ahí los tiene Ud., los puede ver en platea en los medios de comunicación social, rompiendo una señalización y preguntándonos explícitamente a nosotros "Qué hicimos por ellos durante tantos años", "Por qué tanto tiempo solos y desamparados, qué hiciste tú que estas en el grupo de los buenos y los correctos". 

Debemos urgentemente cambiar la visión individualista, dar un salto socio espiritual para salir del propio ombligo y metro cuadrado, y pasar a una sociedad de colaboración, dejar la estúpida competencia y hacernos responsables y solidarios (pero de verdad) con la persona que está a mi lado, y un poco más allá.

viernes, noviembre 01, 2019

Cadena de Concesiones

Lamentablemente esta entrada pensaba publicarla hace varias semanas, antes que sucediera la revolución social de descontento en Chile, pero la ola inevitable me ganó.

La idea era reflexionar sobre la discusión del proyecto de ley que buscaba bajar la duración de la jornada laboral semanal a 40 horas, ya que provocó una acalorada controversia y  resistencia por parte de un sector del país.

El tema pasa por analizar la nueva negativa del sector empresarial para acceder a una propuesta tan legítima y necesaria para la calidad de vida humana de los individuos.

Y me refiero a nueva negativa, porque constantemente toda propuesta de cambio que implicara una sacrificio por parte del sector empleador o dueña del capital, se sometía a un sistemático y predecible rechazo, arguyéndose los más novedosos y catastróficos argumentos.

Así ha sido como variados e innumerables tópicos han sido propuestos y desechados de modo casi automático, entre ellos, y acotándolos al tema laboral previsional, tenemos el sueldo ético y los cambios al sistema de Administración de Fondos de Pensiones (AFP).

Frente a peticiones a gritos de cambios, constantemente la respuesta definitiva ha sido: NO.

Respecto a la reducción de la jornada laboral, y sin analizar ni siquiera la diferencia que hay con el resto de los países que tomamos como modelo a alcanzar, es claramente un beneficio que no resiste mayor análisis, pues el equilibrio entre los mundos laboral, familiar y personal de un trabajador va en directa relación con su calidad de vida, con su realización emocional y espiritual, en definitiva, con su felicidad. Increíblemente, todos estos ámbitos nombrados pasarían a desarrollarse cada uno de manera más eficiente, incluyendo de todas maneras el mismo plano laboral: sí, aumenta la producción, para que les quede claro a los empleadores.

Mención aparte requiere la salud mental, pues somos un país sumido en la depresión, y esto no pasa por tratar constantemente con gente irritada, contar los suicidios o ver a la gente hecha pedazos en las calles, son datos duros otorgados por la misma OCDE.

En suma, estamos frente a un nuevo y necesario planteamiento que cuenta con numerosos fundamentos para ser considerado y aprobado a nivel legislativo, sin embargo, esta máquina no quiere ser detenida, no hay voluntad que quiera sacrificar y ceder un espacio de sus derechos o privilegios.

Una sociedad, en la que operan distintos bloques de intereses, requiere de acuerdos y concesiones frente a temas controvertidos, pero....cuando uno de estos interesados no quiere, a lo largos de décadas, ceder sacrificar y tranzar alguno de sus intereses, se rompe la paz, se acaba con la sana convivencia y se producen las crisis como la que nació en octubre de 2019 en Chile.

La cadena de concesiones, de transacciones, está rota por la ambición sin límites de un grupo social de poder que creyó que podía imponer su postura infinitamente en el espacio y tiempo en que conviven con millones de seres humanos que claman desesperadamente por oportunidades para ser feliz en un mundo enfermo, egoísta y competitivo.

Esta cadena de concesiones, por lo inclinada que lleva tanto, tanto tiempo, es necesario nivelarla dando varios pasos en pro de la familia, institución clave en la formación de personas sanas, felices y adaptadas a una sociedad que tiene que mejorar urgentemente.

De esta forma, el primer paso, necesario y forzoso es rebajar la jornada laboral.
Con ese paso, las personas podrán contar con algo de tiempo para poder compartir en familia y/o desarrollar actividades de índole personal que eleven sus estándares de calidad de vida.

Una vez que las personas puedan estar más tiempo disponibles, debe seguir la modificación o eliminación de la Jornada Escolar Completa, acabando con la concepción velada que los establecimientos educacionales deben funcionar como verdaderas guarderías. Así, niños y adolescentes podrán, asimismo, desarrollar sus vidas en familia y desarrollar actividades complementarias que los ayuden en su formación de seres humanos integrales.

Luego, como sociedad debemos eliminar la concepción de sujeto de consumo, y dejar de vivir para consumir, tarea compleja, pero que podrá ser claramente impulsada si como país nos ponemos de acuerdo con transformar nuestro Estado desde un ente subsidiario y secundario, en un Estado Social de bienestar de sus habitantes.

Esta cadena de concesiones se ha visto absorbida por un océano, ya que son muchas las concesiones que han pasado a la palestra. Gran pena que nuestros representantes, elegidos por la voluntad soberana no hayan escuchado a tiempo los gritos desesperados de sus mandantes; en vez, solo se centraron en las exigencias de los poderes económicos que tienen comprados todos los elementos y puntos claves del funcionamiento estatal, generando una violencia estructural desde sus cimientos hasta la cúspide.

Es hora de cambios.